Esta semana mi madre, la poetisa Carmen Aguirre, me sorprendió escribiéndome y dedicándome un poema. De sus 38 versos, me gustaría compartir los siguientes:
"Niña mía,
cura los corazones
día a día,
que no basta tan sólo
con saber...
hay que aprender
la ciencia del querer.
A veces el enfermo
bien precisa
que alivien sus dolores
con sonrisas."
Intento hacer mi trabajo como médico lo mejor que puedo y mis pacientes suelen agradecerlo. Pero creo que lo que despierta más gratitud en las personas que atiendo es lo que no esperan: sentirse escuchados, sentirse mirados a los ojos; incluso a pesar de estar atravesando momentos duros, sentir una mano en su mano.
No soy paternalista con los pacientes. Sin embargo, mi madre da en la clave: una sonrisa puede aliviar tanto como un medicamento. Quizá no cure, pero es una puerta hacia la salud que deberíamos preocuparnos en prescribir más a menudo. A veces ni siquiera hace falta eso: basta con que el paciente y sus familiares detecten que tu trabajo es honesto y que el paciente te importa.
También hay veces en las que tienes que hacer reaccionar a quien está convaleciente. Sacudirle el malestar psicológico que se adhiere a su dolencia. Sacarle de la desgana con palabras contundentes y cuestionar con respeto su actitud. A veces la enfermedad nos hace cabezones. Es un difícil equilibrio que me hace recomendar la lectura de este artículo sobre "pacientes difíciles" que difundí en mis redes sociales hace poco.
En mi última guardia de residencia en el Hospital Carlos Haya me encontré en Urgencias con una paciente mía, una chica joven con un problema congénito en el corazón. Me despedí de ella diciéndole que era mi última guardia y que mi etapa en ese hospital se acababa. Ella rompió a llorar, me abrazó y me dijo: "Doctora, no quiero que se vaya. Usted me salvó la vida y eso nunca lo olvidaré. Le echaré mucho de menos". Y claro, allí nos pusimos las dos a llorar como magdalenas. Solo por esto me siento orgullosa de todo el esfuerzo que he puesto, pongo y tengo que seguir poniendo en ser médico.
Porque, sí, la humanidad del médico hacia la persona que tiene delante ayuda a curar, pero ese camino puede ser de ida y vuelta. Esta profesión se llena de sentido cuando aparece el afecto fraternal del paciente.
NOTA: Cómo se lo curra mi madre. Me hizo un montaje con fotos de esta web, me enmarcó el poema y me regaló también un oso tipo teddy que hace Mario, un amigo de la familia.
Última actualización del artículo: 26/09/2013